De Prólogos y Epílogos (dimes y diretes)

En el prólogo a la genial obra Knockemstiff, de Donald Ray Pollock, publicada recientemente por Libros del Silencio, con fabulosa traducción de Javier Calvo (“historias ágiles y divertidas sobre la gente más triste que jamás se haya visto. Más atrayente que cualquier otro libro de ficción publicado en años”, según declara Chuck Palahniuk en la cuarta de cubierta), Kiko Amat mentaba en dos ocasiones a Harry Crews.


En un primer momento, después de comparar al autor prologado con el propio Chuck Palahniuk (a quien, como muy bien dice, suelen intuírsele demasiado los hilos) afirma Amat que Pollock (Ohio, 1954) posee la fuerza Fante-Bukowskiana (o Selby-Algreniana) de LA VERDAD. “Una verdad insular y silvestre y deteriorada a fuerza de intenso inbreeding (o sea, primos casándose con primas y gestando excepcionales bastardos de impureza casi total) que sólo grandes mártires de la literatura working class americana como Harry Crews –en sus insuperables A Feast of Snakes o Car– o los citados Hubert Selby o Nelson Algren habían logrado tocar. Una gran verdad, sí, aunque duela”. Más adelante, ya al final del prólogo, Amat insiste al considerar a Pollock uno de los mejores escritores que han salido de Estados Unidos en los últimos cincuenta años. “Lo comparé sin miedo a Harry Crews (uno de mis autores favoritos, y volvería a hacerlo sin temor, aunque me partan las rótulas en un callejón”. No estará de más añadir que, anteriormente, enumerando la fauna que puebla el libro de Pollock, Amat parece estar hablando de los personajes que habitan las páginas de Crews: “la basura de los trailers parks, la generación teleadicta, los culturistas atiborrados de esteroides (con corazones del tamaño de pollos) que sufren infartos y se cagan en los pantalones, las madres solteras y chainsmokers, los cheques gubernamentales por accidentes laborales y un montón auténticamente escandaloso de drogas cuya ingesta busca desesperadamente un camino de evasión de la espantosa realidad”. El universo Turnipseed (la familia protagonista de Cuerpo) al completo.

También hace unos días, en su página, al elaborar una lista de autores favoritos que no se traducen ni a tiros, entre Ken Kesey y Nik Cohn, en sexto lugar, Amat volvía a referirse a Crews con estas palabras: “nº6: Harry Crews, todo: Pero calma, amigos. Justo cuando estaba escribiendo esto he topado con la noticia del año: Acuarela va a publicar Cuerpo este mismo junio. ¡Aleluya! Aún quedan por editar todas las demás (A childhood, Car y The Gipsy’s curse son mis predilectas, si desean saberlo), pero al menos se ha puesto fin a una injusticia tremenda para con el mejor escritor sureño vivo, y uno de mis más queridos narradores desde siempre”.

Lista que nos trae a la memoria otra semejante que elaboró hace ya unos meses en su página web el mentado Chuck Palahniuk (de quien se ha llegado a decir que es un Harry Crews descafeinado) recomendando a sus autores favoritos, entre los que, por supuesto, se encuentra Crews.




















Los autores recomendados por Palahniuk

Y, del mismo modo, en el epílogo de Michael Carson (El Novelista como Reportero) a la recopilación de artículos de prensa de Michael Connelly, Crónicas de Sucesos (Ediciones B), vuelve a aparecer la pista de Crews:

“Connelly decidió convertirse en escritor de novela policíaca después de ver la versión cínica de Robert Altman de El Largo Adiós y de volver a las novelas de Chandler, que devoró una a una. En la Universidad de Florida, estudió escritura creativa con el novelista Harry Crews. Aunque afirma que la forma de vida de Crews y su éxito como escritor influyeron más en él que su estilo, veo en la ficción de Connelly elementos de la oscuridad de Crews, a medio camino entre el gótico sureño y el teatro del absurdo. También veo en Harry Bosch una figura muy crewsiana, fuera de lugar en su mundo y estirándose hasta casi quebrarse al tratar de encajar”.

Pues bien, ese completo desconocido tan citado en prólogos, epílogos y listas de autores de culto, esa especie de “secreto mejor guardado de la literatura sureña norteamericana”, por fin ha cruzado el charco y ha llegado a la ciudad.

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