Las aventuras de los yippies (4.3): El Festival de la Vida - El OM de Allen Ginsberg frente a las porras



(Continuamos con las acciones de los yippies y la brutal represión policial durante la Convención Demócrata de Chicago en 1968. Recurrimos de nuevo a un fragmento de Norman Mailer y su Miami y el sitio de Chicago -publicado en Capitán Swing, con traducción de Antonio G. Maldonado-, ilustrado con un vídeo de Allen Ginsberg y los yippies en la playa del lago Michigan poco antes de la batalla de Chicago; cerramos la entrada con la descripción de la escena junto al lago por el propio Abbie Hoffman en Yippie! Una pasada de revolución.)


OM FRENTE A PORRAS (Norman Mailer)

[...] Sin embargo, muchos de los que se quedaron eran en teoría pacifistas, manifestantes admiradores de Gandhi -defendían la no violencia, la interposición mística de los cuerpos frente al ataque, como si la violencia del enemigo pudiera aplacarse mediante la acción espiritual de resistir pacientemente, resistir pasivamente los miles, las decenas de miles, los cientos de miles de golpes recibidos a lo largo de los años-. Ahora era Allen Ginsberg el que les dirigía la palabra.

La policía, mirando a través de las viseras de plexiglás, que habían bajado de los cascos, se vio obligada a contemplar al poeta, calvo, con los ojos agrandados por las gafas con monturas de carey, y una espesa barba oscura, mientras pronunciaba su discurso con voz de rana. El lunes por la noche y el martes por la noche le habían rociado gas, y había estado en la playa de madrugada, leyendo los tantras hindúes a algunos yippies. La unión de sus cantos y los gases le había arruinado por completo la voz, su preciosa voz. Uno de los instrumentos más poderosos e hipnóticos del mundo occidental había quedado reducido a los estertores de una garganta resentida, en carne viva.

Lo mejor que podéis hacer -les decía Ginsberg- en casos de histeria, angustia o miedo, sigue siendo cantar OM, todos juntos. Ayuda a aquietar los cosquilleos en el estómago. Uníos a mí, voy a intentar enseñaros.

La multitud siguió a Ginsberg. Aquélla era una generación dispuesta a probar cualquier idea, cualquier droga, cualquier forma de acción -incluso es posible que hubiera intentado colocarse con gas lacrimógeno durante los últimos días-, de modo que repetían OM.

LÁGRIMAS AL AMANECER (Abbie Hoffman)

El martes por la mañana hace fresco. Convenzo a los polis que me siguen para que me lleven a North Beach. Camino por la arena y me arrodillo junto a Ginsberg, cantando «Hare-Hare, Hare-Hare, Krishna». Voy con la chaqueta de karate, la porra y el casco. Me siento como un samurai en una iglesia. Es un grupo pequeño y están temblando, cubiertos con unas mantas. Contemplo las olas grises del lago Michigan desplegándose en la playa. Veo cuatro coches de policía aparcados en la carretera. Lloro lágrimas de verdad durante 10 minutos. Suelto un breve discurso diciendo que eso no sale en los telediarios, que esa noche eso no saldría en televisión ya que en su lugar habría violencia en las calles.

Me puso muy triste y me cagué en este puto país. Cuando me fui, los polis que me siguen dijeron:

—Qué extraño, ¿por qué vas a eso?
—Un buen político siempre va a la iglesia por la mañana —respondí.

Las aventuras de los yippies 1: Levitando el Pentágono
Las aventuras de los yippies 2: Tirando dinero en la bolsa
Las aventuras de los yippies 3: Vota al Cerdo
Las aventuras de los yippies 4.1:  El Festival de la Vida
Las aventuras de los yippies 4.2: El Festival de la Vida según Norman Mailer

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